Durante una cena con amigos un domingo lluvioso de mayo, rememorando viejos buenos tiempos, salió el tema de la gran oferta de material y la desvaloración que se genera.

Primero, es cierto que gracias a Internet es prácticamente imposible que lo que busquemos no este online. Libros, revistas, películas, música y un largo etcétera sólo de encuentran a un par de clicks de distancia. Por ende, esta facilidad de conseguir alguno de estos material sin tanto esfuerzo nos lleva a quitarles valor, y a que pasen un poco desapercibidos.

Por ejemplo, imaginemos que entramos a una casa de discos y todos los discos son gratis. Lo más probable es que intentemos agarrar todo lo que nos entre en los bolsillos. Ahora, si los discos tuvieran un precio, y nuestro presupuesto fuese limitado, seríamos mucho más selectivos y valoraríamos mucho más nuestras elecciones.

De todas maneras, quien les escribe considera que es fundamental el hecho que toda esta cultura continúe disponible para todos. El hecho de poder disfrutar de música de países lejanos, películas independientes, libros clásicos y demás yerbas es invalorable, simplemente lo que se plantea es una concientización de lo que estamos consumiendo, para darle el valor que se merece.

Me despido, enumerando otro ejemplo de esta concientización a la cual esperamos despertar: hace un tiempo estoy buscando un disco para regalárselo a un amigo, pero que por desgracia se encuentra descatalogado. En vano busqué en tiendas físicas y digitales en busca de una copia. Ni siquiera logré encontrarlo en esos sitios de “dudosa moral” que se pueden encontrar casi todos los discos del mundo. Pero gracias a una persona anónima y desinteresada que se ofreció a compartirlo, hoy puedo disfrutar y valorar este disco mucho más. Salu2.